miércoles, 8 de febrero de 2012

8 de febrero, 2012

"Uno no debe desembarazarse de los desperdicios; tenemos que ser como un océano, y poder contenerlos."
Nietzsche

Debió a ver sido a finales de aquel olvidado ya, 1998, cuando descubrí por primera vez el poder que el cine ejercía sobre mí. Tal descubrimiento fue producido primordialmente por un hallazgo y el hallazgo a su vez por una casualidad posicionada en una pila de viejos cassettes VHS abandonados en un rincón polvoso de casa.
Tal vez hoy no recordaría aquel día por ninguna otra cosa o hecho que sucediera durante las restantes veintiún horas, pero lo que si recuerdo de aquella tarde de 1998 es que Giuseppe Tornatore y su Cinema Paradiso me mostraron la tan mencionada, famosísima y comentada magia que los hermanos Lumière habían presentado un siglo antes.
En aquel entonces yo solo era un chico de secundaria que le interesaba la música rock, el joven vicio de los videojuegos, los encuentros amorosos, arriesgados y espontáneos de la chica en turno y la novedosa literatura de José Emilio Pacheco. Por lo que mi descubrimiento se convirtió en una nueva ocupación de mis ratos libres. Luis Buñuel, Krzysztof Kieslowski o Roman Polanski eran nombres que aparecían en los créditos de mis descubrimientos favoritos.
Pero fue hasta un par de años después, que un nuevo italiano me hizo pensar no solo en el hecho de tener la experiencia de ver la magia del celuloide en movimiento, si no la capacidad y el conflicto de poder hacerlo posible, hacer la magia posible. El titulo poco convencional de 8 ½ de Federico Fellini me hizo creer que era posible juntar todos los problemas, sueños y cuestionamientos de tu vida y hacerlos película. En aquel entonces recuerdo que asociaba indiscutiblemente a Guido Anselmi con Salvatore Di Vita, a Marcello Mastroianni con Salvatore Cascio, a Federico Fellini con Giuseppe Tornatore y como una epifanía, la figura del Director de Cine se revelo ante mí, como una de las vocaciones más hermosas de la vida.
Casualmente algunos meses después de mi epifanía y con la premisa como en 8 ½ de que la frustración se convierte en drama o en acción, una mañana Cesárea Tinajero mientras desayunábamos en el Café de Tacuba me dijo algo que apuntalaba a un vasto camino de conocimientos de dirección, - Hay dos tipos de directores de cine -  me dijo – los que recrean el mundo que pueden ver, y los que recrea el mundo que quieren ver. - Después de decirme esto, nos trajeron la cuenta y en un par de minutos salimos del lugar y caminamos en dirección al eje central.

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