viernes, 11 de octubre de 2013

Nota al Pie del Vuelo



Querida K:


Habrían sido las dos treinta de la tarde, cuando salí volando de la ciudad de Lima. Minutos antes, mientras esperaba en una sala del aeropuerto, me preguntaba si habrías almorzado con un café largo a tu lado, o si tu incesante investigación sobre las palomas habría gozado de un nuevo hallazgo por la mañana. Al traspasar y desaparecer por el primer nubarrón en el cielo, mire al lado izquierdo y sentí el inesperado impulso de arrancar la escotilla de emergencia, arrojarme sobre el campo de algodón y planear entre nubes hasta encontrarte, encontrarte impulsada por unas enormes alas de plumas color cenzontle. Quería decirte todo lo que las circunstancias, el tiempo y la casualidad no me permitieron: que estar contigo se sentía cabrón, que me hacías ponerme tan paja como una canción de Interpol en un día triste, que al ver las pinturas de Szyszlo en el MALI pude ver tu retrato en un Sol Negro, que el rojo de tus labio había sido el escarlata más recóndito que mi vista había contemplado en toda su puta vida y que la cólera me invadía por no podértelo borrar con arrumacos y mordidas, quería manifestarte que a pesar de que eras una perfecta desconocida, para mi eras tan reconocible como si de chibolitos nos hubiésemos sonreído y mirado alguna vez en el prado y al cabo de los años nos reconociéramos sin importar las marcas que el destino habría de impregnar en nuestras almas de una vida sin vernos.


“Sentados en la estación del tren, donde los desamparados se encuentran entre los libros” fueron las líneas que leí a los diez minutos de vuelo, una sonrisa se dejó percibir en mi rostro y mis ojos debieron de ser parecidos a los de un anime antes de soltar el llanto sin llegar a hacerlo. Así viaje de vuelta a la ciudad México, con la cabrona ilusión de que tal vez un día, la niña de ahora veintiséis años recordara el rostro de aquel extraño mexicano y suspirara sin sentido alguno por él. Para mí y por ahora, serás un fantasma enlatado en una vida cotidiana, serás una fotografía o unas palabras escritas en un libro de poesía, serás mi ilusión de volverme a enamorarme, serás el falso cuculí que se postre a la orilla de la ventana todos los días al despertar, serás mis pendejadas escritas en la suela de unos Vans para recordar que alguna vez estuve ahí y también serás el recuerdo más hermoso de aquella ciudad gris, que eres tú.


M.







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