miércoles, 12 de diciembre de 2012

Espejo


A veces / me vuelca tristemente pardo
mientras me lamo las asquerosas heridas

& no existo... me miento.

Despreocupados regresan los recuerdos
la cordura ausente / los ojos hiriendo
¿Qué llevas dentro? yo miro... te miento.
 

Un cadáver absorbe mi ajado cuerpo,
el abismo te lleva consigo / ¡te pierdes!

pero cuando el tiempo congela el momento
regresa la infectada penumbra
que impregna este espejo / 
en el que he visto
el reflejo de un muerto.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Is this It!



A Dafne


Mi vida a los diez y siete, no iba más allá de levantarme por las mañanas para viajar una puta hora de mi casa a la Preparatoria Seis en Coyoacán, llegar siempre tarde a mi primer clase de siete y sacudirme la cólera por ello, acompañado de un choco en el café de El Jarocho y un cigarrillo Lucky Strike como desayuno continental. Después de esto, la vida podía seguir tranquilamente con un regreso del pequeño café, ubicado en el centro de Coyo, al recinto universitario en la calle de Corina. Pero a veces, si la vida lo traía consigo, encontraría a algún otro bacán retardado por el camino de vuelta, generando así, la posibilidad de debatir y analizar la dirección que podría tomar la mañana. Las posibilidades en todo caso y casi siempre, se reducían a dos, la primera era entrar resignados a la segunda clase (opción generada injustificadamente, por la necesidad incomprendida y estúpida de cumplir los deberes) y la segunda, si el compañero lo proponía, era evadir el cuartel intelectual llamado colegio y realizar alguna exploración a la vida silvestre de la ciudad capital, pero a decir verdad,  esta última posibilidad, generalmente no me causaba gran ilusión y sólo traía a mí el recuerdo de que la Ciudad de México olía por aquel entonces, a mierda de una gris soledad, cojuda y pestilente.



Un día, sin avisar llego una tercera opción con sus tenis convers, un pantalón skinny ajustado, sudadera negra y unas gafas de nerd. Además de llegar sin avisar, la tercera opción no media más del uno cincuenta, ni pesaba más de cuarenta kilos, su sonrisa no era del todo tierna y sus ojos divagaban por la página cincuenta y seis de un gastado, re-leído y subrayado libro de Rayuela de Julio Cortázar, a la chingada pensé, acompañada además de todo esto, la tercera opción tenía cabrona actitud.



Aquel día (mientras mi ausencia presenciaba la segunda clase del día) nos tumbamos de frente al sol de la mañana, como lagartijas en un lagartijero infestado de arañas desoladas. De su mochila saco unos discman color naranja y sin pensarlo coloco un auricular en mi oído, mientras el otro enroscaba su oreja desnuda. Al toque hizo girar el disco presionando  play.



Is this It.



Is this It.



Is this…



 It.



Hoy, aún recuerdo que después de escucharlo por primera vez a su lado, aquel primer disco de The Strokes trajo hacia mí, la melancólica sensación de que El Silencio de la infancia había quedado ya muy atrás. Cogí un cigarrillo de una cajetilla aplastada que llevaba en una bolsa delantera del pantalón, al encenderlo sentí como un humo de secreta y libre felicidad se infiltraba por mis pulmones como Soma por todo mi cuerpo. Ya no sería el mismo desde entonces y nunca más.