domingo, 11 de noviembre de 2012

Estación Lunar (Georges Méliès)


Dicen que las cosas desde la Luna son siempre diferentes, en la Estación Lunar Georges Méliès, nombrada así en honor al primer explorador del satélite, las confusiones del  hombre pueden ser tan difíciles de resolver, que la mente corre el riesgo de un colapso nervioso provocado por una explosión de ondas supersónicas en el cerebro. Esto se debe, a que desde un punto de vista físico, la imaginación reacciona a los efectos secundarios de la razón existencial en tiempo y espacio, provocando un efecto acreditado comúnmente como mente en blanco y  estableciendo un síndrome postraumático conocido como pendejismo. Aunado a esto, la revolución sideral o el intervalo de tiempo que le toma a la Luna volver a tener una posición análoga con respecto a las demás estrellas del Sistema Solar, hace que el efecto físico se mezcle con el  gravitacional (que como todo mundo sabe, es la fuerza de atracción que experimentan entre sí, los objetos con masa) generando entre cerebro y mente una detonación luminosa de cinco mil doscientos cincuenta y seis megatones por segundo. Es por esto, que ninguna persona con la mente en blanco a regresado viva de la Luna, ni mucho menos una con el síndrome postraumático del pendejismo a soñado con estar ahí, debido a que el peligro que corren es demasiado y las consecuencias podrían ser desastrosas.

A pesar de ello, en 1953 el abogado chileno Jenaro Gajardo Vera registró como suya la propiedad de la Luna pagando cuarenta y dos millones de pesos de la época y oficializando las escrituras el 25 de septiembre del mismo año en el Conservador de Bienes Raíces de la ciudad de Talca. Este hecho produjo un juicio ante el Tribunal de Justicia Intergaláctico por parte del señor Gajardo y los Selenitas (habitantes de la Luna conocidos solamente hasta entonces en la Tierra por Georges Méliès gracias a su viaje al astro en 1902) que demandaban el arrebatamiento injustificado de su propiedad, el cual conservaron gracias al artículo 129 del Estatuto Constitucional de la Vía Láctea, en donde se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la herencia. Fue debido a esto, que el presidente estadounidense Richard Nixon tuvo que pedir diversos permisos legales para el alunizaje del Apolo 11 en julio de 1969, ahorrándose así, una nueva demanda por intento de conquista y violación al artículo 123 de dicho estatuto.

Por obvias razones, un año mas tarde, tratando de evitar cualquier conflicto interplanetario, se firmo un tratado en las Naciones Unidas que prohibía la compraventa de cualquier objeto al exterior de la Tierra.  Pero aún así, en 1980 el estadounidense Dennis Hope, que presentaba el síndrome postraumático del pendejismo, cabe señalar, formalizó de nueva cuenta en una oficina del registro de San Francisco (California), la compra de la Luna clandestinamente, dedicándose desde entonces a vender parcelas en suelo lunar y visitas a la Estación. Por desgracia y al igual que él, existió gente con la mente en blanco que pendejamente compro su suicidio a muy bajo costo. Esto a los Selenitas pareció no importarles, ya que no implicaba más incremento en su población, ni mucho menos un riesgo para la Estación Lunar que recibía cada año una gran cantidad de excursionistas suicidas dentro de sus instalaciones.

Es por ello que hasta ahora, en noches de luna llena, se puede apreciar aún a la Estación Lunar Georges Méliès en forma de liebre perfectamente operada por los Selenitas y de vez en cuando también, si se tiene la suerte necesaria, se puede observar algún suicida cayendo de ella, como estrella fugaz con el cerebro resplandeciente.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

2006


El que no se llena de fantasmas, corre el riesgo de quedarse solo.
Felisberto Hernández


Los fantasmas son espíritus o almas desencarnadas de seres muertos (más raramente aún activos) que se manifiestan entre los vivos de formas perceptibles y principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con personas cercanas a ellos. Los fantasmas constituyen uno de los tipos más conocidos de superstición que ha creado la humanidad en toda su historia.



En el 2006 yo huía del peor fantasma al que un chico pueda hacer frente, el amor. En consecuencia, el desamor había posicionado un miedo infinito a la soledad en mi subconsciente, haciendo que mi vida prácticamente inerte se trasladara casi todos los días desde la Escuela Nacional de Artes Plásticas en Xochimilco, hasta alguna cantina o restaurantillo en la calle de Gante o Regina en el centro de la ciudad. Estudiaba  el último año de la licenciatura y las visitas al centro histórico por las tardes eran guiadas por el First Impressions of Earth de The Strokes, manteniendo así, mi mente ocupada en las nuevas expediciones que aquel terreno inexplorado representaban para mí, el corazón de la metrópoli se presento cordialmente, como un refugio, una cueva que me protegía de los miedos que me invadían y acechaban interiormente. De vez en cuando, una cerveza León y el frío de otoño sobre una mesa, en la terraza de cualquier bar, acompañaban a mi libreta donde escribía y dibujaba pendejadas y cabronerias, seguidas de un cigarrillo Lucky Strike que hacia las pautas entre oraciones y párrafos, bocetos y garabatos. El inconsciente, la sin razón y la poca redacción, adornaban mis escritos y mis dibujos ya desde entonces.

Una tarde, mientras realizaba mi recorrido desde la calle de El Salvador y hasta el Monumento a la Revolución en la avenida de los Insurgentes, se presento frente a mí, un campamento de civiles en pleno Paseo de la Reforma, la comitiva resguardaba el miedo al fantasma más perverso que ha conocido este país, la democracia.  Aquel espectro era nuevo para mí, ya que fue en ese 2006 cuando por primera vez vote en un sistema demócrata, entre al juego haciendo mi elección por un presidente de la República Mexicana. Por desgracia ajena, un fraude electoral impulsado por el gobierno conservador en turno, trastornó mi idea inicial de república para transformarla en dictadura. Mi voto en 2006 fue en todo caso, una ilusión, un fantasma.

A pesar de ello, meses después terminé la universidad en aquel año en que la Squadra Azzurra festejaba su cuarto título mundial de futbol, Francis Ford Coppola, George Lucas y Steven Spielberg le entregaban a Martin Scorsese su primer Oscar como Director por su película The Departed y fue este el año también, en el que aquel campamento de guerreros rebeldes en Paseo de la Reforma represento el único suspiro para la resistencia pacífica de una basura de sistema político e injusticia social. El pequeño número de ciudadanos era ya sólo una sombra en el pasado eterno de la urbe, ahora un presidente ilegítimo tomaba la presidencia del país y yo comenzaba a huir de aquel caótico y hermoso centro de la ciudad capital que se había convertido en mi guarida sumergida dentro de una monumental Babilonia de sueños, me uní pues a los fantasma de la oposición, la resistencia y la libertad que deambulan todavía hoy como pena ajena en esta nación. Fue en un acto casi imperceptible, mi cuerpo se desvaneció, la mente de pronto me exploto, mis emociones se flagelaron lentamente unas contra otras y mis ojos se quemaron mutuamente haciendo que mi corazón tuviera una garrafal erupción.

Y entonces, todo volvió a comenzar…