lunes, 27 de enero de 2014

José Emilio

Ayer no murió solo un escritor mexicano más para mí. Ayer murió uno de mis héroes. El primer sujeto que me enseño que las palabras al unirlas, pueden decir cosas, y cosas bien chingonas. Ayer murió el hombre que me enseñó el Principio de un Placer, el capitán que lideró mis mejores Batallas en el Desierto, que me hizo pensar en los Vientos Distantes y descubrir los Elementos de la Noche.

A José Emilio lo conocí muchas veces en sus libros, pero sólo lo pude saludar una vez, estrechar su mano y decirle que el Principio del Placer, había sido el libro con el que aprendí a leer, esto después, de que él mismo, había señalado que el ejemplar que llevara en mis manos, fuera una copia pirata. Me lo dedico de todas formas, pero le tuve que revelar que el libro, lo había tomado de la colección de mi hermano a los escasos once años, el título y su portada, me provocaba un morbo impresionante, así que lo tome y leí, sin hacer ninguna pausa. Ese día como bien señale, aprendí a leer.

Hoy recuerdo esa pequeña colección de mi hermano, de donde salieron los primeros títulos que leí de José Emilio, repaso el día que Sergio me dijo, que si quería entender aquella canción de Café Tacvba, primero tenía que leer ese librito de portada blanca con una mujer, de mirada censurada y hermosas piernas, Mariana, sentada sobre un tambor. Un día memorable aquel que leí, Las Batallas en el Desierto. “Ese niño no es normal, será mejor llevarlo al hospital”. Otro día, Dania tal vez influenciada por aquella frase, me regaló el libro, hoy le agradezco profundamente, pues aquel libro inicio una colección de muchos otros. Este mismo título, yo lo compré un día de Julio y voló conmigo hasta Lima para regalárselo a Kara, sin saber muy bien por qué. Pero me dio mucha alegría que cuando Kara vino a México, se llevara varios libros de José Emilio, poesía sobre todo. Porque al final, el escritor sólo nos dejará eso, sus sueños, su memoria, sus deseos para ser leídos, para recordarlo siempre y para recordarnos siempre a nosotros mismos también.

Quisiera volver a esa tarde de otoño cuando saliendo de la preparatoria, compré en  El Parnaso de Coyoacán El Viento Distante y lo leí en una banquita verde, esas que están enfrente de la fuente de los coyotes…


Hasta pronto, José Emilio Pacheco. Gracias por enseñarme todo lo que vale la pena en esta vida.

“La gente llega, vive, sufre, se muere. Vienen los otros a ocupar su sitio y la casa arruinada sigue viviendo.”
José Emilio Pacheco