miércoles, 17 de abril de 2013

Abril


A Teresa Mancini Gerzso


“Abril es el mes más cruel, porque
hace crecer lilas de la tierra muerta,
enredando la memoria y el deseo…”

T.S. Eliot



Ahora te sueño a mil años luz / te recuerdo de otra vida / te imagino cien años atrás / te borro en el futuro, pero estás siempre en el presente / Eres un fantasma / me persigues de día / te veo en momentos y borrosa por siempre / Creces distante / bajo tu silencio inquebrantable.


Fue hasta los trece años, en una tarde rojiza de abril, cuando descubrí que toda mi infancia la había vivido entre escritores muertos, José María Bustillos, Juan de Dios Peza, Ángel del Campo o Mariano Azuela, son los nombres de las calles que recorría todos los días al volver del colegio, un lugar donde, cabe señalar, nunca me revelaron la identidad de difuntos sujetos. Después fue a los catorce años que un castigo en la dirección me hizo descubrir que Los de Abajo eran más que un albur muy mexicano, que ser novelista sólo te da como resultado póstumo trabajar en alguna Secretaría Gubernamental  y que José María Bustillos había sido un poeta brillante de un sólo libro publicado. En su defecto, para los diez y siete no me interesaban en lo más mínimo estos personajes, pues ya para entonces, lo que mas anhelaba era poder leer a Bukowski.  Aún así, de aquellos tiempos, recuerdo que lo único que escribía, eran cartas pendejas de amor e intentos de cuentos cortos que narraban historias inconclusas de jinetes y chicas raptadas, inspiradas por José Alfredo Jiménez, de vampiros y lobos adictos al crack y hasta de gangsters  y boxeadores heridos. Eran en realidad las historias cinematográficas mi mejor espacio, mi mejor guarida y Kieślowski, Buñuel o Fellini solían ser seguros protectores.  Los CD´s de Caifanes, Café Tacuva y The Cure no salían del reproductor, la música me hacia sentir que el amor no me oxidaría tanto como hasta ahora lo ha hecho, y que la cercanía de este, no me traería solamente el pensamiento mamífero del sexo, que en aquel momento de mi vida, sólo era una posibilidad a punto de suceder.


A veces cierro los ojos / y aún puedo ver los tuyos / como los de un animal rabioso / hermoso / y perdido / también a veces / la furia se convierte en ternura / entonces te beso distante / te beso caliente / te como en un instantes / y te olvido por siempre.


Fue en otra tarde de abril, cuando bese por primera vez a la chica más linda de la clase sobre la calle de Mariano Azuela, a la salida del instituto, frente a una lavandería perdida y varios espectadores inciertos, descubrí que el amor es una adicción pasajera y constante todo el tiempo. Otra vez me robe toda una reja de refrescos de un camión estacionado en la calle de Juan de Dios Peza, para conocer a la culpa y llevarla siempre por dentro y alguna vez también, camine bajo una tarde lluviosa de abril, por toda la avenida del poeta Nezahualcóyotl, tratando de comprender y aceptar, por que las personas se van, dejándonos sólo sus recuerdos, estampados sobre una calle, una vieja fotografía partida por la mitad o un par de líneas escritas a la brevedad. Claro que todo esto fue hace tanto, que ya no puedo recordar exactamente si en verdad paso, o solo fue uno de esos sueños que son tan reales, que pretendes hacerlos pasar por verdad.




Nota al pie:

Aún hoy, en esta tarde de abril, me sigo preguntando, si en verdad la gente que transita sobre estas viejas y grises calles, sabe que vive bajo el recuerdo de algunos cuantos escritores muertos... Como yo.