jueves, 29 de mayo de 2014

Perro Semihundido

Mi conciencia es un perro que ladra siempre a la misma hora
muere de rabia, todos los días en el encarnado bar de una esquina
he perdido a la jauría, que brama versos de media noche
y enfurece mi sangre, para aullar frente a cualquier ventana vacía

Mi corazón es un perro que ladra siempre a la misma hora
con aliento a pisco y una locura encabronada-mente desenfrenada
olfatea en la basura queriendo encontrar tus restos podridos
hundidos en la melancolía, de una oscuridad perdida por estúpido amor

Mi deseo es un perro que ladra siempre a la misma hora
enajenación de un condenado a vivir muerto toda su desquiciada vida
lujuria de un animal que no deja de lamerse las costras una y otra vez
busco cualquier víctima para encajarle los colmillos y follarla con tu olvido

Mi culpa es un perro que ladra siempre a la misma hora
demencia de un vagabundo extraviado en una ciudad a orillas del mar
llena de putas-perras dispuestas a infectar con su virus los coágulos
de un rendido perro deambulan-te,  incapaz de olvidar su obsesivo rencor

Mi orgullo es un perro que ladra siempre a la misma hora
nunca ha tenido dueño, ni mucho menos amo que lo encadene o lo castigue
nunca ha ganado una pelea callejera, ni escapado de una perrera estatal
no volverá a morder la angustia de un adiós, ni le alcanzarán los ladridos para escapar
de mi afligida sombra y enterrarla en la eternidad
de estas mal-gastadas palabras, de aborrecimiento y carcomida des-ilusión.




FRANCISCO DE GOYA
Perro Semihundido (1820 - 1823) · Óleo sobre muro
pasado a lienzo. 134 x 80 cm. Museo del Prado. Madrid, España.