jueves, 27 de octubre de 2016

Corazón Delator

Un señuelo
hay algo oculto en cada sensación
ella parece sospechar parece descubrir en mi
que aquel amor
es como un océano de fuego
oh mi corazón se vuelve delator
la fiebre volverá de nuevo.
 
SODA STEREO 

Su amor fue un pájaro negro
que salió huyendo
de un nido espinado entre mi sombra

desde entonces despierto y galopo
como el tiempo escurrido por la regadera
como las luces de los navíos que atraviesan
el oscuro tráfico de mis sueños retrasados
los que intentan alcanzar el tren vació
que pasa por mi tráquea
mientras los pulmones se distraen
revisando los pasajes de abordar

el negro de unos ojos
se disipa por el anden
donde acelero
para no ser atrapado
por visiones
que traguen mis memorias
sobre un océano de fuego

en el bolsillo izquierdo del saco
escondo bajo llave
el corazón delator siempre asustado
vuela con los ojos en dirección al señuelo
es cazado por las desdichas que nunca quise entender

así galopo con mi silueta entre las calles
a la hora del almuerzo
en la infinita hilera de deudores en el banco
tras el artificio que escupe billetes

a veces consigo desbocarme sin sombrilla bajo de la lluvia
alejarme a galope de los impuestos / de mis deberes / de la policía
de las olas humanas en horas pico
de mi miedo a borrar tus labios indecente
beberme la vida en litros de angustia
sospechar de cada una de mis sensaciones
morir adherido a una esquina de la cama
entre pesadillas que me hacen recordar nuestros nombres
con la fiebre que me provocan mis impulsos neuróticos
y me procuran
desaparecer cada noche y cabalgar
sobre este corazón delator / que tu ausencia ha dejado amenazado.

viernes, 14 de octubre de 2016

Corazón de Niebla

Voy a buscar mi sombra entre la sombra,
porque mordí sin tiempo un corazón de niebla,
y lo bronco,
lo verdaderamente animal que me sostiene
está dolido.
 
MAX ROJAS 

Hubo una época, quizá lo recuerdes, en la que nuestras vidas representaban una hermosa eternidad. Nuestras risas eran un juego interminable y las fechorías un dichoso recreo en la dirección de la escuela. Un tiempo de aventuras en una tierra de dos por tres manzanas a la redonda, sobre bicicletas motorizadas por los sueños conquistados en una reta de fútbol, por la sonrisa de una niña linda, por los deseos de una tarde llena de golosinas, hamburguesas o el cálido sonido del fuego en noches de campamentos bajo las estrellas.


Apenas y puedo deslumbrarlo bien ahora, pero hubo una época en la que el odio, la soberbia o la desdicha no pasaban por la lista de asistencia. La muerte no existía salvo en las películas de terror, un Nintendo era la mejor caja de magia, y poder pasar toda la noche en vela, la historia más increíble para dormir arropado por las inocentes pesadillas. Fue en esta época en la que nos hicimos carnales, siempre lo recordabas; en medio del tercero o quinto de primaria, de los rezos matutinos, de los exámenes imposibles, de tus tenis azules, de los sonidos de la guitarra que nos daban vida, de un montón de sueños que nunca canjeamos en la tienda porque preferimos llevarlos hasta el centro de Coyoacán para sentirnos unos pequeños hombres conquistando los miedos de una mancha que comenzaba a tejer en nosotros la idea de la profesionalidad, de la responsabilidad, de eso que sabíamos que llenaría de alegría a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros amigos, a las personas que nos soportaron, que nos ayudaron, que nos emborracharon, que nos hicieron felices y nos juntaron también.


En alguna otra parte de esta historia, te convertiste en el hermano mayor de toda la pandilla, nuestro rompequinielas conchetumadre, un antihéroe joven, sin bandera, aventado. Y cuando decidiste tomar el saco e ir a trabajar, los looks de la adolescencia pesaban más en mí que en tu decisión por vencer nuevas guerras, nuevos sueños, nuevos retos. Después de muchos intentos obtuviste a la chica de tus sueños, formaste una familia cuando yo ni siquiera creía en el amor, aún así me confirmaste lo que nuestras pláticas de adolescencia sentenciaban: siempre hay alguien para uno, en algún lugar, en algún abismo, en alguna galaxia, sólo hay que esperar el tiempo necesario para que las matemáticas los pongan de frente y se enamoren.


Hermano, fuiste un gran hombre, un ser protector, amoroso, paciente, bondadoso, servicial, competitivo, extremadamente cariñoso, extremadamente osado, toda la vida, toda tu vida. Hasta el día que llegó la llamada que nadie quiere recibir y el grito ahorcado en la garganta sorprendió lo huraño en mí, doliendo mis ojos cuando te supe desvanecido, cuando la noticia de tu ausencia no era un día común de lunes que se puede llevar el mar. Perdón por esta forma de amargura pinche gordo, pero es que aquel día, de muy dentro mí, salió lo verdaderamente triste de mi llanto, algo que  ni mi corazón, ni mi mente pudieron entender, porque aquel día carnal, el traje negro nunca pensó que un alma verdaderamente alegre dejaría esta vida de lucha. Y entonces lo bronco, lo verdaderamente animal que me sostiene, se encontró dolido.


Sabes cuanto odiaba las despedidas hermano, creo que por eso nunca tuvimos una entre tantos ires y venires. Jamás hablamos de cosas tan insignificantes como la muerte porque sabíamos que nunca tendrías una, sabíamos que aunque no estuviéramos aquí, viviríamos en un montón de gente. Y ahora que lo pienso, omitimos conversar de las despedidas porque jamás tendríamos esta, porque ésta no es una de ellas. Esto es un montón de cosas que quería hacerte recordar cabrón, como tu lo hacías conmigo, con todos, y hoy justamente, que estas en otra galaxia, en otro tiempo, en otra frecuencia a punto de que las matemáticas te pongan de frente con una nueva luz eterna, una vida nueva que te haga nadar por nuevos mundos, sin tener que salir a respirar hasta que el tiempo te ponga cada vez más cerca hermano, hasta comprender, que la ausencia es también parte vivir.