Dicen que las cosas desde la Luna son siempre diferentes, en la Estación Lunar Georges Méliès, nombrada así en honor al primer
explorador del satélite, las confusiones del
hombre pueden ser tan difíciles de resolver, que la mente corre el riesgo
de un colapso nervioso provocado por una explosión de ondas supersónicas en el
cerebro. Esto se debe, a que desde un punto de vista físico, la imaginación
reacciona a los efectos secundarios de la razón existencial en tiempo y espacio,
provocando un efecto acreditado comúnmente como mente en blanco y estableciendo un síndrome postraumático conocido
como pendejismo. Aunado a esto, la revolución sideral o el intervalo de tiempo
que le toma a la Luna volver a tener
una posición análoga con respecto a las demás estrellas del Sistema Solar, hace que el efecto físico
se mezcle con el gravitacional (que como
todo mundo sabe, es la fuerza de atracción que experimentan entre sí, los
objetos con masa) generando entre cerebro y mente una detonación luminosa
de cinco mil doscientos cincuenta y seis megatones por segundo. Es por esto,
que ninguna persona con la mente en blanco a regresado viva de la Luna, ni mucho menos una con el síndrome
postraumático del pendejismo a soñado con estar ahí, debido a que el peligro que
corren es demasiado y las consecuencias podrían ser desastrosas.
A pesar de ello, en 1953 el abogado chileno Jenaro Gajardo Vera registró como suya
la propiedad de la Luna pagando
cuarenta y dos millones de pesos de la época y oficializando las escrituras el
25 de septiembre del mismo año en el Conservador
de Bienes Raíces de la ciudad de Talca.
Este hecho produjo un juicio ante el Tribunal
de Justicia Intergaláctico por parte del señor Gajardo y los Selenitas (habitantes
de la Luna conocidos solamente hasta
entonces en la Tierra por Georges Méliès gracias a su viaje al astro
en 1902) que demandaban el arrebatamiento injustificado de su propiedad, el
cual conservaron gracias al artículo 129
del Estatuto Constitucional de la Vía
Láctea, en donde se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la
herencia. Fue debido a esto, que el presidente estadounidense Richard Nixon tuvo que pedir diversos permisos
legales para el alunizaje del Apolo 11
en julio de 1969, ahorrándose así, una nueva demanda por intento de conquista y
violación al artículo 123 de dicho
estatuto.
Por obvias razones, un año mas tarde, tratando de evitar
cualquier conflicto interplanetario, se
firmo un tratado en las Naciones Unidas
que prohibía la compraventa de cualquier objeto al exterior de la Tierra.
Pero aún así, en 1980 el estadounidense Dennis Hope, que presentaba el síndrome postraumático del
pendejismo, cabe señalar, formalizó de nueva cuenta en una oficina del registro
de San Francisco (California), la compra de la Luna clandestinamente, dedicándose desde
entonces a vender parcelas en suelo lunar y visitas a la Estación. Por desgracia y al igual que él, existió gente con
la mente en blanco que pendejamente compro su suicidio a muy bajo costo. Esto a
los Selenitas pareció no importarles,
ya que no implicaba más incremento en su población, ni mucho menos un riesgo
para la Estación Lunar que recibía cada año
una gran cantidad de excursionistas suicidas dentro de sus instalaciones.
Es por ello que hasta ahora, en noches de luna llena, se
puede apreciar aún a la Estación Lunar Georges
Méliès en forma de liebre perfectamente operada por los Selenitas y de vez en cuando también, si se
tiene la suerte necesaria, se puede observar algún suicida cayendo de ella, como estrella
fugaz con el cerebro resplandeciente.
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