"Por qué tengo derecho a suicidarme
por que tengo dinero
para comprar esa vieja pistola
porque yo soy Dios
y porque veo en los espejos
el reflejo de mi muerte".
Edgar Artaud Jarry
Lo creí tan fácil de hacer, solo
había que ingerir todo un frasco de Neolaikan
en pastillas, ahogarme en una tina de baño, enroscar mi cuello por una soga,
tal ves dejarme caer por la ventana de un tercer piso o quizá hasta el estúpido y trilladísimo
corte de venas podían ser mi salvación en un soplo de extrema tristeza. Durante
la depresión, la soledad se presenta como un actor de cine haciendo televisión, indiferente,
con aspecto amargo, ríspido, cruel, fiel y hasta absurdo. El día que dormí tan
plácidamente como un muerto, después de ingerir veintinueve pastillas de Neolaikan en uno de mis memorables,
fallidos y estúpidos momentos suicidas, me hizo aprender que la Valeriana officinalis, no mata a nadie y que la muerte se conoce a
veces también, hasta en sueños. En el mío por ejemplo todo era oscuro, repleto
de sombras, penas y susurros. Caminaba perdido por una estrecha calle, una densa
neblina me envolvía difuminada por la luz de los escasos faros que alumbraban
la triste noche y un olor fétido se extendía por todas las direcciones
posibles, tenia frío y miedo, trataba de avanzar de prisa pero una fuerte imposición
en los músculos de mis piernas me impedía conseguirlo. De pronto vi avanzando hacia
mi, una tropa de sombras difusas perdidas en la noche, cual guerreros en
combate, una manada de perros rabiosos marchaba directo hacia mi para devorarme.
Sentí que mis pies se unieron al asfalto sin permitirme avanzar, comencé a
sentir las mordidas por todo mi cuerpo, el doloroso desgarre de mi piel lentamente y percibir aquel olor pestífero proveniente del hocico de alguno de ellos,
todo antes de que me arrancaran la cara para dar mi último aliento. Pero no, nada de aquello paso, justo
antes de que llegara a mi la bastarda jauría salvaje, un aullido en la noche se
dejo escuchar remotamente, la tribu de provocadores se detuvo sorprendida y empavorecida,
aguardaron en la espera de una señal para actuar, pero antes de que esto pasara el
enemigo los tomo por sorpresa, un lobo
de proporciones épicas apareció, desangro, destrozo y ahuyento a todo un
ejercito de revoltosos con apetito feroz. Pronto, el heroico gladiador volteo la mirada hacia mi, era mas negro que la propia noche y en sus ojos, un fuego incandescente
brillaba sin cesar, me convertiría así de la nada en el postre, pensé. Rabioso y
despreocupado llego hasta mí, me olfateo y me rodeo, yo permanecí inmóvil, asustado como rata. Después de la inspección minuciosa, tomo su distancia y lanzo un nuevo
aullido que lo desintegro y desvaneció con la noche en un fade out, me había perdonado la vida.
Cuando regrese del letargo,
el alba empezaba a pintar el día, hacia un poco de frío en realidad, pero mis
piernas estaban congeladas fuera de una toalla que cubría el resto de mi cuerpo
postrado en la alfombra, a lado del frasco de Neolaikan de 500 mg vacío,
cerré los ojos y – puta madre – pensé, no estaba muerto y ahora tenia que
seguir con mi triste y puta vida ya que no estaba desfallecido. Tome un baño
con agua caliente y vestí de negro para celebrar un falso luto, desayune un
tazón de cereal y pensé que aún estaría a tiempo de llegar a mi primer clase de
fotografía para ampliar en el cuarto oscuro, los viejos recuerdos de una
relación absurda.
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