Salió volando por la ventana.
Antes escribías poesía con ella, antes me despertaba el sonido de las teclas
que tatuaban sobre la piel blanca del papel, todos tus escrúpulos follando
juntos, dislocándose en pesadillas, volviéndose bestias que eran sepultadas con
palabras de amor.
Ahora la máquina de escribir
ha salido volando por la ventana, y si no le salieron alas, fue por que
prefirió el holocausto, antes que escribir los
versos, que vengan a joderlo todo, que aparezcan pidiendo el perdón del
maniático que se cogió a la poesía que estaba en tu sexo, que estaba en tus senos, que estaba en todo tu bucólico infierno.
La máquina de escribir salió
volando por esa ventana que ya no da más al
cielo. ¡Soy un asesino! Lo hice para ya no tenerte,
no recordarte, no escucharte, olvidarte y no volver a escribir entre cifras y galaxias,
entre el deseo y la materia, lo infinito y lo precoz, por que los poetas ya no
escriben, sólo se sienten olvidados por la tinta que ya no tiene repuesto, por
la puta que se ha lleva sus versos entre las piernas
o por el encabrona-miento que
sucumbe el deseo de tener que escribir, escribir
y no parar, no parar y escribir, coger y escribir, follar y escribir, cachar y
escribir, beber y escribir, siempre escribir, escribir hasta que te salgan las alas
para desbordarte por una ventana y provocar los sacrificios que vengan a
joderlo todo.
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