domingo, 13 de abril de 2014

La Máquina de Escribir


Salió volando por la ventana. Antes escribías poesía con ella, antes me despertaba el sonido de las teclas que tatuaban sobre la piel blanca del papel, todos tus escrúpulos follando juntos, dislocándose en pesadillas, volviéndose bestias que eran sepultadas con palabras de amor.

Ahora la máquina de escribir ha salido volando por la ventana, y si no le salieron alas, fue por que prefirió el holocausto, antes que escribir los versos, que vengan a joderlo todo, que aparezcan pidiendo el perdón del maniático que se cogió a la poesía que estaba en tu sexo, que estaba en tus senos, que estaba en todo tu bucólico infierno.

La máquina de escribir salió volando por esa ventana que ya no da más al cielo. ¡Soy un asesino! Lo hice para ya no tenerte, no recordarte, no escucharte, olvidarte y no volver a escribir entre cifras y galaxias, entre el deseo y la materia, lo infinito y lo precoz, por que los poetas ya no escriben, sólo se sienten olvidados por la tinta que ya no tiene repuesto, por la puta que se ha lleva sus versos entre las piernas o por el encabrona-miento que sucumbe el deseo de tener que escribir, escribir y no parar, no parar y escribir, coger y escribir, follar y escribir, cachar y escribir, beber y escribir, siempre escribir, escribir hasta que te salgan las alas para desbordarte por una ventana y provocar los sacrificios que vengan a joderlo todo.

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