Despierto a media noche y mi estómago parece contener un volcán en erupción. Lava ardiendo recorre enfurecida mis intestinos con el único fin de expandirse fuera de mis entrañas. Deprisa salgo de la cama y me encierro en el baño para asfixiar la pronta erupción de mi deyección.
Cuando regreso a la cama tu cuerpo es una montaña que no se ha inmutado en lo absoluto. Escarcha de nieve te cubre dibujada por la densa cobija que te envuelve, pareces una oruga congelada en el interior de la nevera. Trato de no interrumpir tu sueño. Entro suavemente por la sabana que cuelga de una esquina del lecho. En medio de la oscuridad busco reconciliarme con la narcosis, cierro los ojos, me volteo de un lado, voy hacia el otro, perfilo que mis movimientos no sean bruscos, respiro boca abajo, me escabullo debajo de la almohada, pienso en el Retrato de Adele Bloch - Bauer, vendido en 135 millones de dólares. No puedo dormir. Me giro hacia ti. 135 millones de dólares. ¿Klimt lo hubiera pensado? No puedo dormir. Abro los ojos. El Retrato de Adele Bloch - Bauer sigue en mi cabeza, su imagen desnuda debajo del manto dorado, su representación de oro, lo largo de su cuello, lo carnoso de sus labios. En medio de mis pensamientos trato de llegar a tu cintura, rozo tus nalgas, resbalo mis dedos suavemente entre tu pelvis, el corazón de la montaña, el lugar más cálido, el más oscuro. Pero el más gélido también cuando no despiertas y permaneces como una moneda en el fondo de un pozo que no se ha levantado en millones de años, respiro suavemente sobre tu oreja. En segundos reaccionas, te giras hacia mi y rodeas mi cuerpo con tus largos brazos, me encadenas a ti de la forma más dulce que el universo puede permitir, me dejas indefenso. Puedes desarmarme en un par de segundos y con un sólo movimiento. Resignado vuelvo a cerrar los ojos, vuelvo a pensar en el Retrato de Adele Bloch - Bauer y su cabello castaño y el resplandor de su cuerpo y los 135 millones de dólares desplomándole el corazón, mi corazón y mis manos. Estoy entre tus brazos y percibo calor, mi estómago esta caliente y comienzo a sentir que la pesadez regresa a mi. Entonces la lluvia comienza a sonar, las pequeñas gotas se escuchan en el techo, son una sinfonía perfecta que me arrulla, me gustado el ruido de la lluvia a mitad de la noche, siempre me ha gustado, ahora lo disfruto más mientras tu cuerpo se enrolla con el mío y la oscuridad nos atrapa y nos cobija con su cálido manto. Ya no pienso en nada, escucho la lluvia caer y es un sonido hermoso, tan perfecto mientras somos devorados por el silencio.
Avanzo por el gran salón de paredes verdes y ventanales iluminados por el sol en picada del mediodía. En una de las esquinas esta mi amigo Adonais, sobre la mesa hay sopa de tallarines y una coca - cola. Me siento frente a él, tiene un cámara fotográfica en sus manos y no deja de hacer exposiciones con gran discreción. Su objetivo es una linda mujer de figura esbelta y cabello rubio que entra a lo que parecen los servicios de un restaurante de comida china al que yo también he entrado sin darme cuenta. Me dice que ya no puede ayudarme más, que ya no esta en Lima, que el negocio esta cerrado, que busque nuevos inversionistas. Trato de comprender de que me esta hablando, miro al rededor y las mesas permaneces abandonadas, un mozo se acerca a ofrecerme la carta, tiene los ojos rasgados, el cabello corto, miro el menú, saboreo el pollo tipakay, el chaufa de res, Adonais resguarda la cámara en una pequeña mochila de color verde, se levanta y sale de prisa, yo salgo detrás de él.
Llego hasta la caseta telefónica, no puedo recordar el número, hojeo el pesado directorio que esta a un costado, ahora no puedo recordar su nombre, el nombre, cualquier nombre, me pongo nervioso, un sujeto con sombrilla se postra detrás de mi, es de tez oscura, lleva unas gafas que no me permiten ver sus ojos. De su larga gabardina saca una cajetilla de cigarros Malboro rojos, me ofrece uno, ya he dejado de fumar, resisto, niego con la cabeza, él saca uno y se lo lleva a la boca, se busca el encendedor por todas partes, no lo encuentra, ahora estamos dentro de un grupo más grande de sujetos que se buscan el encendedor en cada bolsillo que llevan en sus prendas, no sé que hacer, trato de alejarme, no puedo, en un instante se acerca un nuevo sujeto, esta rapado, es my rubio, sus jeans son ajustados y sólo lleva una camiseta amarilla y una chamarra de piel negra, enciende el cigarrillo. Tiene consigo una bolsa trasparente que sujeta con la mano derecha, en la izquierda se coloca una sabana para forjar un cigarrillo, de la bolsa extrae una especie de atún con verduras, lo coloca sobre la sabana de papel arroz, menciona que se trata de marihuana, mis sentidos se encuentran confundidos, observo como forja el churro con sus labios, no puedo imaginar prenderlo, una gota cae en mi rostro, una gota de agua cae en mi rostro, una tras otra las gotas de agua comienzan a caer en mi rostro con mayor fuerza, levanto la vista para ver de donde provienen. Sólo percibo una fuerte luz que me ciega.
Despierto y me encuentro debajo de la gotera que la lluvia de la noche ha provocado en el techo de la habitación. Te despierto para mover la cama antes de que mi sueño se convierta en un pantano donde mi deseo se evapore como porro de atún dentro del cuerpo de oro de Adele Bloch - Bauer.
GUSTAV KLIMT
Retrato de Adele Bloch - Bauer (1907)
Óleo y oro sobre tela · 138 x 138 cm · Neue Gallery. New York, United States of America. |
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